En el lugar de la indiferencia
Grité, pero parecía que nadie me escuchaba. Le rogué a Dios que todo fuera una equivocación, pero él estaba sordo. Todos siguieron indiferentes haciendo su trabajo. Al fin y al cabo, solo era un trabajo más, estaban cansados, hartos, luego de 24 horas seguidas de guardia. Parecía que ser fríos e insensibles los hacía totalmente…